Isela Rodríguez Arévalo, coordinadora del banco y académica de la UNAM, reconoció que este espacio es de fundamental importancia para la nación, pues a diferencia de los poco más de 20 que hay en México, es el único que conserva especies silvestres de flora nativa.
En la actualidad, entre 60 y 70 por ciento del territorio nacional es de zonas áridas y semiáridas, pero con el proceso de desertificación, esta área va en aumento, sobre todo por la explotación de los recursos, el crecimiento de las manchas urbanas y el calentamiento global.
Luego de ocho años de funcionar, con el apoyo de los Reales Jardines Botánicos de Kew, Gran Bretaña, y de la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (Conabio), el banco ha conjuntado una colección de dos mil 156 accesiones (muestras de semillas o plantas), que representan más de mil 500 especies de 130 familias botánicas diferentes.Si se considera que México cuenta con unas 25 mil especies de plantas en general, este banco conserva cerca del 10 por ciento de la flora nacional. Sin embargo, si sólo se toman en cuenta las que pertenecen a las zonas áridas, alberga entre 30 y 35 por ciento. “El esfuerzo todavía es pequeño, ha sido de muchos años, pero falta mucho por colectar”, apuntó.
Hasta el momento, se han colectado semillas de 22 entidades, desde el centro hasta la parte más norte. Además, cada mes este espacio se incrementa con alrededor de 60 ó 70 colecciones más, dijo la bióloga universitaria.
El banco se ha acotado de manera exclusiva a zonas áridas y semiáridas, porque son las que concentran al sector poblacional más pobre del país. Los recursos con que cuentan a veces son utilizados para alimentación, construcción de viviendas u otras necesidades fundamentales, con una consecuente sobreexplotación de los recursos. Además, el pastoreo es una actividad muy frecuente, lo que altera la vegetación natural.
En contrapartida, abundó, son zonas de un rico endemismo y un alto porcentaje de las plantas de estas regiones producen semillas que se conocen como ortodoxas, es decir, se pueden conservar bajo niveles de congelación elevados, a menos 20 grados centígrados y con una humedad muy baja. Ello las hace un material más fácil de preservar.
En particular, explicó, las asteráceas (asteraceae) son un grupo importante, bien representado en esta colección; “alrededor del 40 por ciento de lo que tenemos son especies de esa familia, con cerca de 800 colecciones”.
El nuestro es un país rico en flora de zonas áridas y semiáridas, y ante la desaparición acelerada de especies por sobreexplotación, o porque el hábitat es alterado, no hay otra manera de resguardarlas que mediante la conservación ex situ, a través de un banco de semillas, apuntó.
Por lo general, prosiguió, los bancos conservan especies que tienen que ver con la alimentación, como maíz, trigo, arroz y frijol, porque es un aspecto de primordial importancia para la humanidad, pero el planeta pierde plantas que no tienen ese tipo de uso, “pero que pueden tenerlo o son parientes silvestres de aquellas económicamente importantes, y ni siquiera nos damos cuenta”.
Se trata de “la salvación para todas esas especies que no necesariamente son de utilidad alimenticia para el ser humano, pero sí tienen importancia biológica. Cumplen una función, hacen un trabajo y gracias a ellas hay microambientes especiales, donde otros organismos se pueden desarrollar; además, de muchas de ellas se obtienen múltiples productos”.
Su importancia reside en que preserva especies nativas que no son comerciales, pero que en el futuro pueden ser la solución a diversos problemas que, seguramente, se presentarán, porque el medio ambiente se destruye a pasos agigantados.
“Quisiéramos conservar al país, cerrar las fronteras en las zonas que se deben proteger. Sería maravilloso que hubiera reservas para que las especies crecieran en su hábitat y para que pudieran estar ahí sin ser alteradas, pero eso no es posible por las condiciones económicas y ambientales”, recalcó.
“Si no es posible decretar que la mitad o dos terceras partes del país sean reserva, la mejor alternativa es que en un espacio pequeño, en refrigeradores especiales, conservemos gran cantidad de la flora nativa”, indicó.
Con los jardines británicos
Rodríguez Arévalo explicó que la idea del banco surgió conjuntamente con los Reales Jardines Botánicos de Kew, que realizan el proyecto del banco de semillas del milenio, para conservar no sólo la flora de Inglaterra, o la local de algún país, sino la mundial.
El Banco de Semillas de Zonas Áridas y Semiáridas de México se creó en 2002 y, un año después, la secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales lo registró como una de las colecciones científicas; con ello, se pueden realizar intercambios con otros espacios similares, “si el enfoque de la investigación para la que nos piden material sea la conservación”.
Su funcionamiento
Para llevar a cabo el trabajo, éste inicia con los colectores de semillas, que van al campo una vez al mes y hacen su colecta de acuerdo con un protocolo. Se buscan poblaciones que tengan un buen número de individuos, con semillas de buena calidad.
Se limpia el material, se hacen pruebas de calidad, se deshidratan en un cuarto especial con temperatura y humedad controladas y, posteriormente, se les puede conservar a menos 20 grados centígrados. “Las muestras en buen estado pueden durar cientos de años”, comentó.
Se siguen los mismos protocolos de conservación y procesamiento que se llevan a cabo en los del extranjero; por ello, está reconocido como colección científica.
Además, debido a los convenios firmados con los Reales Jardines Botánicos de Kew, mes con mes, se hace la colecta y si el número de semillas es abundante, se divide en dos partes, una se conserva en la FES Iztacala y la otra se envía al Banco del Milenio. “De las dos mil 156 accesiones que tenemos hasta este momento, en Kew está respaldada entre el 80 y 85 por ciento de la colección”, concluyó.
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